La figura de San Isidro, patrono de los agricultores, cuya fiesta celebramos el 15 de mayo, nos invita a mirar la vida con los ojos de Dios. Él no dejó de lado ni la caridad con los pobres ni su amor a la Iglesia, ni menos a su familia. Vivía para Dios y para sus hermanos. Sabemos que lo poco que ganaba como jornalero lo distribuía en tres partes: para el templo, los pobres y su familia, un gran ejemplo de esa sobriedad de vida que tanto falta hoy.